martes, 30 de agosto de 2016

APRENDER A MIRAR


Se trataba de un monarca muy espiritual. Era un hombre profundamente místico y no se encuadraba con ningún credo religioso en particular. No quería morir sin dejar, como recuerdo de su espiritualidad, una gran escultura con un mensaje metafísico. Llamó a un afamado escultor y le explico: "Amigo mío, quiero que hagas una escultura con sentido espiritual, pero que no represente a una religión en particular".

Durante meses el escultor trabajó pacientemente. Hizo la escultura de un rostro de inefable hermosura. La escultura se situó en un santuario que se edificó también a tal fin. El monarca, satisfecho, inauguró el santuario. En días sucesivos tuvo noticias de que en el santuario se originaban grandes disputas y que había no sólo gritos e insultos, sino incluso heridos graves.

- "¿Por qué? - preguntó el monarca.

Y uno de sus ministros le explicó: Señor, llegan los cristianos y aseguran que la escultura representa a Jesús, llegan los hindúes y dicen que es Krishna, llegan los sikhs y dicen que es Guru Nanak, llegan los jainas y dicen que es Mahavir, llegan los budistas y dicen que Gautama el Buda, y luego todos comienzan a reñir, gritarse, increparse y golpearse.
El monarca se sintió apesadumbrado.

-¡Que destruyan la escultura!-- ordenó.. No son capaces de ver lo que está más allá de la escultura, porque no son capaces de ver más allá de sus cejas.


El Maestro dice: Por cualquier lado que accedas al agua del estanque, el agua es la misma. El apego a ideologías y dogmas ha originado ríos de sangre en este planeta.